Aunque es de buen ciudadano no justificarse en cada una de las opiniones que viertes al mundo, voy a empezar este texto explicando la razón por la que es posible que mi opinión sea más negativa de lo que debiera. Vaya por delante el aviso a navegantes de que quizá podría (o no) haber algún tipo de spoiler en las próximas líneas. No quieres arriesgarte, no leas.

En general no me gustan los finales tristes. Sí quizá en cine, donde todo es más visual y donde sólo has tenido un par de horas a lo sumo para implicarte emocionalmente con los personajes. En literatura hay muchas páginas y mucho tiempo para lograr esa implicación. En el género fantástico, donde parece que pagasen por número de páginas a los escritores, y donde ya nadie sabe o quiere saber cómo escribir una buena historia en 200 páginas, pasas por ocho libros a lo largo de un año de lectura. Soy firme partidario del viaje del héroe clásico, con todas sus etapas, incluyendo la vuelta al hogar, la utilización de los conocimientos adquiridos para ser mejor persona, y volver a relacionarte con tus congéneres. Y eso, aquí, no pasa. Y no me gusta, aunque soy consciente de que a muchos otros lectores podría encantarles.

Geralt de Rivia, protagonista de El último deseo, La espada del destino, La sangre de los elfos, Tiempo de odio, Bautismo de fuego, La torre de la golondrina, y La dama del lago (1 y 2).

Geralt, el rivio, el brujo, el mutante, el cazador de monstruos. Personaje lacónico, taciturno. Es el personaje clásico de la literatura de fantasía, y aquí no hay mucho más que rascar. Es en el tratamiento del entorno donde Sapkowski brilla, dándole la vuelta a las historias clásicas de los cuentos centroeuropeos para añadirles nuevos niveles de complejidad, proporcionando argumentos y comportamientos a personajes anteriormente vacíos. Así se crean los dos primeros tomos de la saga, a mi gusto los mejores, libros de cuentos cortos que revisitan lugares conocidos: la bella y la bestia, los enanos de blancanieves, y muchos otros son transportados a un mundo más realista y maduro, donde nos sorprenden las razones de sus comportamientos. ¿Qué fue antes, el Geralt de Sapkowski, las Fábulas de Bill Willingham, el Shrek de Dreamworks? Entre estos Geralt, por supuesto, por una década de antelación, pero no es a eso a lo que voy. Revisitar los cuentos clásicos para darles un empaque moderno es algo que se lleva haciendo muchos años.

Del tercer tomo en adelante empieza, sin embargo, una saga que debería ser considerada como un único libro muy largo, dada la escasez de puntos de inflexión narrativos, y la falta de una estructura con desenlaces en cada uno de los tomos. Pero, a la larga, las verdaderas virtudes de la obra se alzan también como sus defectos. Sapkowski hace gala de excepcionales recursos para narrar la historia, introduciendo continuamente nuevos personajes a modo de narradores temporales, utilizando inteligentemente flashbacks y flashforwards para darnos pistas de lo que está sucediendo, e introduciendo un elenco de personajes secundarios interesantes. Planos, pero interesantes. Estos nuevos puntos de vista de la historia se van alargando, desde cortos capítulos hasta historias completas de más de 50 páginas en los últimos tomos, lo que dificulta el avance en la lectura al introducir una tremenda cantidad de paja innecesaria. Incluso se permite el autor realizar una elegante reconstrucción del concepto de la “compañía de héroes” que acompaña al protagonista, pero cayendo en los mismos tópicos del género que sería deseable evitar. Queda rodeada la historia de múltiples personajes cuya motivación desconocemos, planos ellos en su toma de decisiones, cual Gimli y Legolas cualquiera. Únicamente Jaskier, el trovador, bardo y poeta, parece tener intereses propios, una historia, un argumento.

Y llegados al final argumental, cuando todo se ha liado tanto que ya no sabemos qué historia estamos leyendo – ¿La búsqueda de Ciri? ¿El tiempo de odio? ¿La guerra con Nilfgaard? ¿la llegada del frío blanco y el lobo blanco? – cuando caemos en el peor defecto de la saga. Lo solucionamos todo en un único capítulo deshaciéndonos de todos los personajes de los que no tenemos nada que contar, y con dos deus ex machina de libro. El emperador llega de la nada. Cuenta una historia inverosímil. El emperador se va sin saber por qué. El sentimiento de vacío al ver que tantas cosas se van a quedar sin tratar es indescriptible. La guerra termina. No hay frío blanco, ni lobo blanco, ni los personajes protagonistas tienen papel alguno en el gran esquema de los acontecimientos. Quizá sólo yo pensaba que fueran a tenerlo.

Tendremos aún dos capítulos más a modo de epílogos donde recordamos a los personajes, grandes o pequeños, importantes o superfluos, que han ido poblando las páginas de estos ocho volúmenes. Y un último final, posterior a aquel primer final, donde, por si teníamos alguna duda, apuntalamos la narración con la única solución que nos permite no tener que solucionar nada más. Todos mueren. Fin.

No puedo evitar sentirme… engañado. Como si me hubieran robado algo que debía estar en la historia. Igualmente no puedo evitar pensar que quizá la culpa es mía, porque esperaba cosas distintas a las que me estaban dando, cual espectador de Lost. Quizá lo que veo como defectos sólo sean conclusiones desacertadas al comparar lo que hay con lo que podría haber. Hay muchas cosas muy positivas entre las páginas de estos tomos, y su lectura es indicada para cualquier aficionado al género, sin lugar a dudas, pero no me atrevería a recomendarla a lectores no acostumbrados al fantástico. En cualquier caso, aunque me parezca una historia mejorable, hay algún lugar recóndito y pequeño dentro de mí en el que sé que echaré de menos a Geralt, a quien he acompañado durante muchas páginas en un viaje realmente curioso.

El tema editorial, los retrasos en la publicación, las historias sobre el bloqueo creativo de un traductor que mientras tanto traducía otras obras del mismo autor, la decisión de dividir el último libro en dos, la creación de una segunda editorial paralela para publicar los mismos libros en el mismo formato con otra portada distinta, y que se publicaran los libros restantes sólo cuando también le tocaba a esta nueva editorial, son temas que dejaremos para los foros de literatura de género, donde la gente se entretiene en evaluar y discutir estos temas, y cómo afectan a la confianza del comprador para con las siguientes publicaciones de la editorial.