La gripe sigue intentando acabar conmigo, pero no caeré sin lucha. Además, me da bastante igual, en las últimas dos semanas mi vida ha cambiado de un modo bastante radical aunque desde fuera no lo parezca demasiado, así que tengo la cabeza en otras cosas.

Profesionalmente parece que incluso me toman en serio… ayer participé en un proceso de selección (desde el otro lado de la mesa), así que intuyo que hay quienes creen que mi opinión podría ser relevante. Es sorprendente cómo se vive una entrevista de trabajo desde el otro lado, cómo puedes pararte a pensar en cómo actúa el entrevistado, cuándo se pone nervioso, en dónde puede flaquear, etc. Tengo que hablar con los responsables de recursos humanos de mi empresa, porque quiero aprender más del tema.

Y en lo personal, por una casualidad que puede ser más aplicable a una conjunción de planetas que otra cosa, hace un par de semanas conocí a alguien… a quien no he vuelto a ver y probablemente no volvamos a coincidir jamás (para mi desgracia)… y el caso es que me sorprende cómo el simple hecho de conocer a según qué personas puede hacer que los recuerdos de otras se diluyan y dejen de tener importancia.

Impacta ver cómo ese valor que le das a alguien en un momento de crisis es tan increíblemente relativo, y cómo la desaparición de todos esos sentimientos que crees anclados en lo más profundo de tu ser puede ser mucho más rápida de lo que parecía en un principio. El pensamiento fluye y te sorprendes a tí mismo con aquello de “uy, hacía tiempo que no me acordaba de ella”. Este último pensamiento sale de un post de este mismo blog de hace ya mucho, mucho tiempo, que por pereza no voy a ponerme a buscar.

El caso es que pasan los días y te encuentras pensando en una persona con la que sólo has compartido unas horas y… bueno… digamos que estoy en esa fase en la que uno se debate entre el sentimiento de “las mujeres son el mal™, olvídate ahora que vuelves a disfrutar de tu soltería y tienes planes todos los fines de semana”, el otro de “sólo me fijo en una persona de cada doscientas que conozco”, aliñados con una pizca de “tampoco tendría por qué ser algo complicado”.

Y, desgraciadamente, me he pillado in fraganti con un pensamiento revolucionario que no recuerdo haber tenido hasta ahora: “aunque no pase nada, me ha llamado lo suficiente la atención como para querer que seamos amigos”. Argh. Voy a tener que cambiar el diseño de la página para añadirle más rosa.